Militante del Partido Comunista desde fines de los años 60’ en Concepción, Schindler se vinculó a los dirigentes obreros de las minas de carbón, a los cuadros profesionales y universitarios penquistas y al ámbito empresarial donde era un experto: el rubro farmacéutico.
Fundó la primera farmacia de urgencia en el sur, contribuyó a mejorar la distribución de remedios e insumos médicos a los más de 15 mil mineros del carbón y trató de que el Formulario Nacional del Laboratorio Chile llegara a todas las principales ciudades de la región. También se vio involucrado fortuitamente en la muerte del cabo de Carabineros Exequiel Aroca, circunstancia que le costó persecuciones y acosos por largos meses. Hasta hoy, Schindler sostiene que el policía fue asesinado en un complot destinado a desestabilizar al gobierno del presidente Salvador Allende y relata los pormenores de sus sospechas.
Los dos últimos años de la Unidad Popular los vivió en la Corporación de Fomento a la Producción, Corfo, en Santiago, donde trabajó en el Comité Farmacéutico de la entidad tratando de solucionar los innumerables problemas de distribución y luchando contra el acaparamiento de mercaderías que efectuaban los comerciantes y empresarios del sector quienes a través del desabastecimiento azuzaban a los militares para que depusieran al gobierno popular. En esas tareas lo sorprendió el levantamiento de las fuerzas armadas, el bombardeo de La Moneda y la sangrienta represión que se vivió en las semanas y meses siguientes. Schindler, al igual que muchos, quedó sin trabajo y tuvo que empezar de nuevo, desde la nada. A fines de diciembre, junto a un ex compañero de la Corfo, decidió instalar una farmacia en la Villa México, en la periferia de Maipú. En esa tarea contó con la inestimable ayuda del capitán de Carabineros José Muñoz, ex jefe de la guardia personal del presidente Allende, y del detective Quintín Romero, miembro de la escolta de policías civiles que había acompañado al mandatario muerto en sus últimas horas de resistencia en La Moneda. Ambos habían sido llamados a retiro y bregaban contra la cesantía.
En Villa México, recuerda Schindler, se inició todo. Desde allí empezó a tejerse una red de apoyo y solidaridad con los comunistas perseguidos y también con camaradas de otros partidos de la izquierda. Poco a poco, sin embargo, la estructura en formación también sirvió para apoyar la reorganización del Partido Comunista, dar cobertura a los miembros de la dirección central y asentar algunas de las bases de la naciente resistencia clandestina. Empezaron a llegar compañeros del norte, de Concepción, de la zona del carbón, de Temuco y de Valparaíso. Cada uno de ellos asumió diversas funciones y tareas, turnándose entre las labores propias de la farmacia y las responsabilidades adjudicadas en el partido. Al llegar la primavera de 1974, la farmacia de Villa México se hizo chica y Schindler con sus más cercanos colaboradores emprendieron la instalación de un nuevo local en el centro de Maipú. El director de la orquesta se multiplicaba entre el manejo de las farmacias y su cada vez mayor compromiso con la dirección del PC y las tareas clandestinas. Había que conseguir casas de seguridad, transporte, apoyo logístico, alimentos y otras muchas vituallas requeridas para mantener protegidas las nuevas estructuras del partido. Los agentes de la DINA y del Comando Conjunto, los instrumentos de exterminio empleados por la dictadura, asolaban los barrios de día y de noche persiguiendo y cazando a comunistas, socialistas, miristas y a todos los que consideraban enemigos del régimen militar. También empezaron a rondar las farmacias de Schindler y a quienes en ellas trabajaban o eran asiduos visitantes.
Los años 75 y 76 fueron muy duros. Cientos de hombres y mujeres desaparecieron en los cuarteles secretos de los organismos de seguridad. Schindler y sus compañeros debieron lamentar la caída de varios de ellos. No obstante, se mantuvieron enhiestos y siguieron adelante, incluso abrieron nuevas farmacias en otros puntos de la ciudad.
En este libro no sólo se relata la vida y los papeles que cumplió Schindler en esos años, sino que también las historias y las vidas de gran parte de quienes le acompañaron en la lucha por sobrevivir y mantener las esperanzas de un futuro mejor para ellos y para el país. Se realizaron más de 50 extensas entrevistas; se buscó y ubicó a testigos que casi 40 años después viven en diversas ciudades del país y del extranjero; se revisaron la prensa y numerosos documentos de aquella época; también se examinaron procesos judiciales y una amplia bibliografía sobre la memoria de aquellos años.
Los tres primeros capítulos de este trabajo abordan las vivencias de Jorge Schindler en Concepción, el golpe militar en la zona y las consecuencias de la represión militar para muchos penquistas y, en particular, para los mineros del carbón, algunos de los cuales lograron huir hacia la capital e incorporarse a la red de farmacias ya mencionada.
El capítulo cuarto recuerda algunos episodios vividos en la Corfo al término de la UP y lo que allí ocurrió el día del golpe y en las jornadas siguientes. Muchos de los funcionarios fueron conducidos al Ministerio de Defensa, al Estadio Chile y al Estadio Nacional, parte de cuyas experiencias son recogidas de sus relatos.
En el capítulo cinco se narra con detalles el nacimiento de la farmacia de la Villa México y algunas de las tensas y dramáticas horas que allí se vivieron, en especial el momento en que llegaron los agentes de la brigada Lautaro de la DINA, la misma que operaba en 1976 desde el cuartel Simón Bolívar exterminando a los máximos dirigentes del PC.
La trama del capítulo seis está referida a algunos de los familiares de Schindler, entre ellos el poeta Gonzalo Rojas, la folklorista Gabriela Pizarro, y su hermano Julio Schindler, detenido en el buque Maipo, en Valparaíso, y trasladado a Pisagua. Se cuenta, además, cómo sobrevivió Gaspar Díaz, el legendario máximo dirigente del PC en la actual Quinta Región, y el rol que cumplió la abogada Violeta Núñez, en las primeras defensas de los perseguidos que se intentaron en los tribunales de justicia.
Los capítulos siete, ocho y nueve reúnen los testimonios de varios de los hombres y mujeres que trabajaron codo a codo con Jorge Schindler en esta verdadera odisea de coraje y pundonor. Un combatiente de La Moneda, un sobreviviente de la “caravana de la muerte”, un profesor inmerso en la reforma agraria, el mítico fundador de la confederación Ranquil, el compañero de la peluca negra y una monja de población que asilaba perseguidos, son algunos de los principales relatos.
En los capítulos nueve y diez se rememoran aspectos sobre como funcionaban las direcciones clandestinas del PC en esos años y los últimos y denodados esfuerzos de Schindler por mantener en funciones la red de farmacias pese al cada vez más cercano asedio de los aparatos represivos del régimen militar.
Finalmente, en el epílogo, se adjunta una lista de los principales actores de este relato y el destino que les deparó la vida en los años siguientes.
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