En los últimos días de septiembre los dirigentes empezamos a ir a las obras a ver si podíamos hacer algo. Yo estaba trabajando en la Corhabit y ahí hicimos un paro que duró hasta que llegaron los milicos preguntando qué pasaba. No seguimos. Nunca tan huevones. De vez en cuando nos juntábamos con algunos obreros y les informábamos sobre lo que estaba ocurriendo. Tratamos de no perder contacto y mantener algunas estructuras del partido.
Un día de 1976, tipo dos de la tarde, cuando iba llegando al Sindicato de Campesinos, en calle Rengo, en Concepción, local donde nos reuníamos los dirigentes de la construcción, me topé con dos jóvenes que me preguntaron si yo era el maestro Vilugrón, el pintor. Sí, les dije, yo soy. Me consultaron si podría hacerles un trabajito por ahí cerca, a la vuelta de la cuadra. Vamos a ver, les señalé. Cuando dimos vuelta la esquina apareció un tercer tipo. Me encañonaron y me subieron a un auto Me llevaron a Talcahuano, donde está el estadio, debajo de un cerro donde los marinos tenían el Fuerte Borgoño. Ahí me tuvieron 12 días. Había varios viejos de distintos sindicatos a los que les estaban sacando la cresta; les pegaban con unas tablas en el espinazo. Nos tenían cagados de sed y nos daban a tomar sus propios meaos. Me pusieron corriente hasta por si acaso. Me amarraban de los pies, me levantaban con una grúa y me metían en unos tambores con un agua negra, llena de mierda. Me sacaban medio ahogado y me empezaban a dar golpes para que botara el agua. Me preguntaban por el partido, quien era yo, en qué célula militaba, quién era zutano y mengano. Tenían nombres y fotos de mucha gente. Me preguntaron por el Parada, un viejo militante, yesero; Por el Gaspar Toro, por Varela, por la Flor, por gente que habían detenido antes que a mí. Ellos eran de la Federación de la Construcción y yo era del Sindicato Único de la Construcción. Éramos todos conocidos. Luego me llevaron a Santiago, a la Villa Grimaldi, donde me tuvieron dos días. Ahí me dieron una zumba que ni te digo. De Grimaldi a Cuatro Álamos. Iba con un pie malo. M había ensartado un fierro y la herida se había infectado. Nos llevaron en una camioneta. Iba otro bulto al lado mío. Con el gas de la bencina llegué muy mal.